Chavela: Toda una vida a su manera
“Chavela supo vivir como le dio la gana, en una época en la que a nadie sabía darle la gana”
Me gusta el mar y la mujer cuando llora. Las golondrinas y las malas señoras. Saltar balcones y abrir las ventanas y las muchachas en abril. Me gusta el vino tanto como las flores. Y los amantes pero no los señores. Me encanta ser amigo de los ladrones y las canciones en francés. No soy de aquí, ni soy de allá. No tengo edad, ni porvenir.
Lo de ser feliz ya no lo cito, porque no estoy segura de que lo fuera. Las canciones de Chavela son ella; entera y escribiendo cartas sin dirección para llorar las pérdidas, desencuentros y las fatigas del amar, que llevan al mal vivir.
Siempre dijo que no tuvo miedo de nada pero hasta que salió su biografía Y si quieres saber de mi pasado no hizo público sus amantes mujeres y eso fue a los 81 años. Pero da igual, una no tiene que cantar si le gusta la paella o las mujeres. Es simplemente cuestión de gustos.
Nacida Tica vivió casi toda su vida en México, muchos de sus últimos años en España y se retiró en Nicaragua. Bebió hasta que su hígado amenazó abandonarla, y ese fue su momento de “último trago”.
Siendo alegre, era la cantante de la última angustia, que la cantaba susurrando con la desolación del blues. Cantó con tanta alegría que se movía con la facultad de energizar a los oyentes. Una mujer más grande que la vida, que se lanzó a torear sin muleta a través de su vida y de su música, para hacer del desamor un belleza. Terrible sí, pero qué es sino la belleza.
Cantaba rancheras sin mariachi, no necesitaba el “ay ay ay”, sus quejas eran lamentaciones más íntimas. Más de 80 álbumes, protegida por José Alfredo Jiménez, un machista. Ella cantó sus canciones con más emoción que ninguna otra. Canciones que trataban de amores y desamores, casi siempre con el alcohol de por medio.
Su estilo la hizo famosa en todo el mundo por sus interpretaciones de rancheras, corridos, boleros y hasta tango. Su voz ronca y entrega desgarradora era tan famosa como su estilo: se vestía como un hombre, fumaba puros y en el fondo, como ella misma dijo, fue una buena persona. Excesiva en todo, cuando Jiménez falleció, acudió a su velatorio y se desplomó sobre el ataúd cantando y llorando borracha. Varias personas trataron de apartarla, la viuda las detuvo: «Déjenla, que está sufriendo tanto como yo».
La voz de la ternura áspera moría un mes de agosto de hace dos años. Perseguida y adorada, llenando escenarios, incombustible.
Amanecí en tus brazos, Macorina, Tata Dios, Los Ejes de mi Carreta, Piensa en mí, Toda una vida, Nosotros o La Noche de mi Amor. Entre sus amistades más próximas se encontró la pintora Frida Kahlo, con quien convivió durante tres años en presencia del esposo de esta, Diego Rivera. Se la recuerda entonces pegada a una botella de tequila. El alcohol y los excesos, esa forma de beberse la vida sin control, sumió a Chavela Vargas en un profundo pozo en la década de los 70. Del que quince años más tarde se recuperó de la mano de un editor español.
Llevó una vida turbulenta, reía estentóreamente, pero sus amarguras era amargas de verdad, siempre estuvo fuera del marco ¿pero a quién le gusta estar enmarcada? Sí, se pasó de todo, pero la vida le permitió estar hasta que se cansó: murió con 93 años.
“Chavela supo vivir como le dio la gana, en una época en la que a nadie sabía darle la gana”, dijo un escritor mexicano.