David Bowie: audaz, hermoso y desconcertante
Su estética es un símbolo de decadencia, astucia, sensibilidad y glamour.
En una entrevista en 1973 a David Bowie se le preguntaron qué pensaba de David Bowie: “soy un coleccionista. Colecciono personalidades e ideas. Y con ellas dibujo las fantasías de la gente”, dijo Bowie. Unos años más tarde en Playboy aclaró algunas cosas de su sexualidad a menudo cuestionada: “es cierto – yo soy un bisexual, pero no puedo negar que he utilizado este hecho muy bien y me ha servido para potenciar mi carrera, así que el morbo tan anticuado de muchas personas supongo que es lo mejor que me ha pasado…”
David Bowie es algo más que un multiartista. Su estética es un símbolo de decadencia, astucia, sensibilidad y glamour. Es uno de los iconos del siglo XX y, pese al desgaste causado por los resplandores de la fama, supo transformarse y ser inesperado con un estrépito arriesgado e impropio de las estrellas que están cerca del paraíso.
A lo largo de más de 48 años, Bowie ha utilizado la mística, la androginia aliñada con un talento inconfundible que no solo le catapultó al estrellato, sino que pasados los años sigue ahí: rutilante sin llegar nunca a estrellarse. Es una estrella de las de luz cegadora. Según los críticos musicales en la carrera de David Bowie estas son algunos de los mejores discos de el icono glam rock:
- The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars
- Space Odidity
- The man who sold the world
- Hunky Dory
- Station to Station
- Rebel Rebel
- Fame and fashion
- Heroes
- Lets Dance
- Modern Love
Pero además bajó a los infiernos, trató de suicidarse rompiéndose solo la nariz, se desintoxicó en Suiza, tuvo dos mujeres y se adelantó casi siempre a los tiempos.
En Berlín en un destartalado edificio grabó, con el productor Brian Eno, tres de los mejores discos de su carrera, la trilogía berlinesa Low (1977) Heroes (1977) y Lodger (1978), obras que cambiaron el curso de la música pop del siglo XX y que predecían la música ambient, el trance y el synth-pop.
Tiene 68 años, en el 2002 después de una actuación se le rompió el corazón. Pero los vaqueros galácticos siempre regresan y a continuación de diez años sin grabar presentó The Next Day, con crípticas letras sobre la fama. Bowie volvió oscuro y nostálgico, los críticos lo auparon como uno de los discos grandes de su carrera: inteligente, memorable y extraño como el mismo Bowie. Incluso adictivo.
Good save the King