Janis Little Girl Blue: una vida de película
Es una paradoja de las cantantes blancas "sonando a negras" y dando rienda suelta a su dolor.
En los psicodélicos años 60’s, en los que la escena musical se nutría de actitudes convencionales con los héroes masculinos del rock y mujeres atractivas que les acompañan, emerge un talento en bruto y sin concesiones; con una voz que es un rugido de rabia. Es una paradoja de las cantantes blancas “sonando a negras” y dando rienda suelta a su dolor, esa pionera se llamaba Janis Joplin.
Después del documental de Amy llega el de Janis. Dos mujeres con voces de color, que se dejaban la piel en el escenario porque era lo único que amaban de verdad en la vida. El documental estrenado esta semana Janis Little Girl Blue, es un retrato imprescindible por de un ser humano frágil por dentro dura por fuera.
Un personaje, una víctima de sus propias inseguridades, de sus dudas, de su aspecto físico del que siempre se sintió alejada y, lo que es peor, insegura de su propio talento. Esto es lo que retrata el documental de Amy J. Berger sobre la cantante. Y más que su recorrido musical y camino hacia el estrellato, Berger nos presenta lo que hay detrás de la artista para descubrirnos a la persona, la Janis real y lo que le motivó a cantar blues desgarrados y profundos.
Lo que la película nos explica, de forma indirecta, es que la posibilidad de la autodestrucción es un género en el arte y en la vida, que requiere de dos adicciones: de aplausos que una vez acabados producen el frío de soledad y las drogas para soportarlo. Joplin fue consumidora de heroína la mayor parte de su vida adulta y esa autodestrucción y necesidad de amor fueron lo que acabaron con ella.
Lo mejor del documental es la oportunidad de encontrarse con la verdadera Janis – encantadora y espectacular con su voz abrumadora-, además de la que marcaba moda y que fue un icono, con sus vestidos con boas, toneladas de anillos, gafas de sol grandes de color rosa, vestidos de oro, pantalones de campana a rayas. Su estilo se convirtió en su propia obra maestra. En facebook vi recientemente: “En un mundo de Kardashians, hay que ser una Janis!”
Las heridas emocionales sufridas Joplin son del tipo que nunca se curan completamente. Lo peor no se originó de su familia, sino de sus compañeros de escuela secundaria en Port Arthur, Texas. Era la antítesis de la chica americana ideal, Joplin sufrió abuso y rechazo y se defendió con sus modelos raros y siendo una chica mala.
En la película, las cartas a amigos y amantes son leídas por Cat Power, con una voz más suave que el aullido estridente de Joplin revelan una franca honestidad, apertura emocional así como su inteligencia feroz. Sus hermanos menores, Laura y Michael, ofrecen, recuerdos melancólicos de su vida.
Sus relaciones sentimentales con hombres y mujeres no terminan bien. El día que murió esperaba en su hotel a una persona que no se presentó.
San Francisco en su apogeo hippie fue su salvación y su destrucción. Ella se convirtió en la voz y una sensación en el Festival Pop de Monterey 1967. La película incluye la famosa foto de Mama Cass en el público maravillado por el talento de Joplin.
Su estrellato no fue un accidente. Era ambiciosa. Su ídolo inicial fue Bob Dylan. Pero ella absorbió las influencias de Odetta, Bessie Smith, Otis Redding y Aretha Franklin. Su abierta defensa por los derechos civiles de los negros no se sentó bien en Port Arthur, donde el racismo virulento era rampante.
¿Por qué, por qué, por qué, se pregunta una y otra vez, como un niño incapaz de comprender la injusticia. “No es justo… Esto no puede ser… Yo sólo quería abrazarte… Todo lo que quería hacer era amarte.” El dolor la abruma. Y lo canta.