La rubia huérfana a la que todos los hombres querían adoptar
“Dr., siento que todos los hombres quieren acostarse conmigo? y el psiquiatra respondía ¿solo todos los hombres?
Era triste, era alegre, era rubia, no era tonta. Marilyn Monroe murió muy joven porque es así como las estrellas se convierten en mito y viven toda la vida. Posiblemente, fue la mujer de la que se hicieron más fotografías y eso que no existían ni el móvil ni la fotografía digital.
Tenía pasión por leer y nunca quiso pasar más que por el personaje que convenía a los estudios: una rubia ingenua. Se pasó media vida intentando saber quién era y como muchos de nosotros no fue suficientemente querida. Porque recibir amor siempre resulta insuficiente. Iba mucha al psiquiatra que le aprovisionaba de muchas pastillas. Y en el diván seguro que sus palabras eran como en la película: “Dr., siento que todos los hombres quieren acostarse conmigo? y el psiquiatra respondía ¿solo todos los hombres?
Bella, inteligente, hipersensual, coqueta, insatisfecha, siempre buscó el amparo de un hombre protector. Truman Capote le llamaba “una hermosa criatura”, dicen que tenía un ingenio muy agudo y lo que más atraía de ella era que parecía mágica y desesperada a la vez. Un coctel explosivo.
El mito de sus hombres también existe: del policía casi desconocido a Joe DiMaggio o al intelectual Arthur Miller, e incluso los Kennedy, en ninguno encontró lo que quería. Era igual que cualquiera de nosotros pero mucho más sexy -lo que acarrea algunos problemas- no tenía edad para que la comprendieran, se conformaba simplemente con que la amasen. Pero era una estrella: la más deseada. Una gran actriz que jugaba a ser la que no era. Eso siempre pasa factura.
Pasan los años y el mito sigue, porque la rubia más rubia no tenía un pelo de tonta. Entre otras cosas, porque era teñida. Siempre he pensado que una forma de ocupar más espacio consiste en ponerse perfume. Marilyn siempre declaró que dormía desnuda con unas gotas de Chanel nº 5, creo que la cama se quedaría muy pequeña. Vivió 36 años y llevamos medio siglo recordándola.