Saritísima fue única
De la gran Saritísima hay para contar y no acabar. Desde su infancia de hambre hasta sus dietas-hambrunas siendo Montiel.
El 8 de un mes de abril, Sara Montiel moría en Madrid y ahora ya es puro humo.
De la gran Saritísima hay para contar y no acabar. Desde su infancia de hambre hasta sus dietas-hambrunas siendo Montiel. En España fue nuestra estrella más internacional y admirada. Además se preocupó muy bien una vez abandonada su carrera, de no caer en el olvido.
Mucho se cuenta, de sus amistades con Gary Cooper y con Marlon Brando siempre apasionado por la comida y la música latina. Menos conocida es una anécdota que la actriz española protagonizó junto a la cantante de jazz Billie Holiday. Ocurrió en el restaurante Four Seasons de Nueva York, donde Sara Montiel armó un escándalo, los platos llegaron al suelo, cuando se pretendió impedir la entrada a la cantante de raza negra. Sara era mucho, y estaba siempre dispuesta.
Admirada por gays y por feministas, la Montiel tuvo el honor de tener como amantes a dos premios Nobel: Severo Ochoa y Hemingway y el día de la noticia de la muerte de James Dean, la prensa americana publicó una foto acompañado por ella. Fue según su imaginario-imaginativo, la mujer que llevó a Miguel Hernández comida a la cárcel. Rodó junto a dos de los grandes iconos del momento, Gary Cooper y Burt Lancaster. Si existía algo importante, Sara estaba allí.
Solo un puñado de actrices de origen latino, María Félix, Carmen Miranda y la española Rita Hayworth, formaban ese núcleo en el que la artista española jugó un papel en los primeros tiempos de visibilidad de la comunidad latina, en el negocio cultural y entretenimiento en Estados Unidos.
Se retiró en plena época del destape “porque enseñar lo suyo valía una fortuna”, decía. Siempre dispuesta a conceder entrevistas a todo el mundo incluso rodó un programa para emitirse después de su fallecimiento titulado “Epílogo”. Sólo paró por su cada vez más delicado estado de salud hasta que ya no pudo más. Grande, sin vergüenza alguna y fumando hasta el final. Como la Bette Davis. Son personas a las que admiro.
Nunca, como las estrechas estrellas de ahora, se escapó de las cámaras, firmaba con gran ilusión los autógrafos, seguía con sus ponchos, sus besuqueos, sus pelucas y sus joyas, presentándose con una mezcla de diva y chismorreo rosa que hicieron de ella un icono de nuestra época.