Hay un lugar que se llama eternidad y a ese lugar van las divas que ya en vida son eternas. Rocío Jurado estuvo años sobre el escenario no como una ola, sino perenne e idolatrada como el mascarón de proa de la canción española. Rocío desapareció hace 20 años, sin embargo su saga sigue por las televisiones recordándonos que ella trabajó para que sus descendientes vivieran contándola, e incluso algunos del cuento. Siempre se dijo que la de Jurado es y ha sido la mejor voz de nuestro país. Su torrente de voz no dejó indiferente a nadie y su capacidad de sentir las canciones cada vez que interpretaba un tema la han convertido en una diva del ayer eterna. Llamada la Reina de la copla y también conocida por La Chipionera, sus matrimonios con dos celebridades -el campeón del mundo de boxeo Pedro Carrasco y el torero José Ortega Cano-mantuvieron un estrellato que nadie le discutía por su voz y su presencia. Su carácter y fuerza hacían de ella algo más que una artista, también se la recuerda porque fue la que vistió la copla de gala, cambiando los volantes por trajes de noches, adornados con letras sugerentes e insinuaciones acerca del amor y del deseo. Sus respuestas a la prensa en ocasiones eran latiguillos que muchos repetían por su impronta de ocurrencia verdadera. Uno de los mejores críticos musicales y de arte en este país José Miguel Ullán, amigo de la Jurado, contaba que en una ocasión y a petición de la artista la llevo a ARCO, y a la salida pregunto ¿Rocío que te ha parecido la feria? y ella contestó Ay, chiquillo, el arte, ¡qué cosa tan abstracta! Respuesta que hacía las delicias del que lo contaba y del que lo oía. Hablar de sus galas, premios, reinados en España y América Latina es decir lo que está escrito. Nacida de una familia muy humilde a los 12 años ya trabajaba de costurera pero luchaba para ser artista. La llamaban la Niña de los Premios porque ganaba en todos los que participaba. Llegó a la capital acompañada de la inefable e inevitable “madre de la artista”, mujeres de sostén, sin “wondrebra”, que lo mismo retocaban el maquillaje, que espantaban los señores que quería ponerle un piso. Pastora Imperio, le dio la oportunidad de actuar en el tablao madrileño El Duende de Gitanillo de Triana, época en que también conoció a la gran Concha Piquer y empezó a despuntar artísticamente. En 1964, Manolo Escobar la contrató como estrella de su espectáculo Pregón de amores. Luego llegó un contrato con el sello Columbia y la grabación de sus primeros discos. En los 80 con la canción Señora alcanzó la plenitud. En 1985, grabó con Manuel Alejandro, Paloma brava y su actuación en la Expo 92 con Azabache marcó otro hito en su carrera. En 2001 volvió al Teatro Real de Madrid donde ya había actuado en 1986 y 1998, e interpretó versiones de los compositores Turina, Falla, Granados y Rodrigo en De las raíces al alma, Rocío más clásica que nunca. Y desde entonces hasta su última aparición acompañada de todos los cantantes que le rindieron un homenaje e 2005, cuando TVE emitió el especial Rocío…siempre, en el que se le rindió un emotivo homenaje e interpretó nueve duetos con cantantes como Lolita, Chayanne o Raphael, y otros grandes de la música. La Rocío excelente es la de la bata de cola, la flamenca, la de las bulerías y fandangos. Cantando altanera con desprecio al que le ha abandonado y hace daño. Sacando las canciones desde el desgarrado corazón abandonado. Y que moviendo sus manos largas y elegantes desgrana aquello de “pues déjala correr…” Como dijo un periodista: Rocío rima con poderío. Yo añadiría que también con brío. Su fuerza, tanto en el escenario como en su vida personal, salía con ímpetu tanto al cantar como para enfrentarse a los problemas. Levantando la cabeza cada vez que la vida le daba algún golpe. En espectáculos como Azabache, El clavel, Ojos Verdes o su famoso Que no daría yo estuvo a la altura de las más grandes; desde Imperio Argentina a Nati Mistral, y levantaba al público cada vez que se subía al escenario. Se llamaba María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado, más conocida como Rocío Jurado, fue actriz y cantante especializada en copla y flamenco. Nació en (Chipiona) Cádiz. Y no morirá nunca porque sigue cantando para el recuerdo.