Phidias Danilo Escalona, Cuco Valoy y Enrique Bolívar Navas.

 

Dicen que Phidias Danilo Escalona, natural de La Pastora al norte de Caracas, llegó a las instalaciones de la Corporación Radiofónica de Venezuela, Coraven, de la mano de su madre, recién encargada de mantenimiento. Según cuenta Lil Rodríguez, Escalona “se vio cautivado por aquel enjambre de personas famosas que entraban y salían de allí” y acabó irremediablemente convertido en locutor luego de haber servido café y comprado cigarrillos y periódicos a Pancho Pepe Cróquer, que le enseñó a narrar béisbol y boxeo, y a Manuel Dessman, que le hizo memorizar toda la fonoteca tropical que tenía la estación.

Dicen también que Phidias Danilo Escalona se vio obligado a dejar Coraven porque el señor Peter Bottome, representante en la tierra de la radio de William H. Phelps Jr., le dio a elegir entre la fonoteca y la locución. Cuenta Lil que de ahí pasó a Radio Rumbos y luego a Radio Difusora Venezuela y que allí en el año de 1966 y tras un almuerzo casual con algunos conocidos y amigos se le ocurrió el nombre de un programa musical al que venía echándole cabeza desde hacía tiempo: La Hora de la Salsa, el Sabor y el Bembé.

Patrocinado por la salsa de tomate Pampero, La Hora de la Salsa, el Sabor y el Bembé se emitía a la hora del almuerzo en los 790 de la AM y Escalona repartía allí verdaderas clases de prosopopeya, humor negro y música del Caribe con un vozarrón grave y profundo. Presentaba boleros, mambos, guarachas y la música nueva del Caribe que él llamaba salsa con absoluta autoridad.

“La primera vez que yo escuché la palabra salsa la escuché en Venezuela, 1967”, contó Willie Rosario en una entrevista en La Casa del Coleccionista. “Yo estuve en una entrevista de un discjockey muy famoso que había allá, que se llamaba Phidias Danilo Escalona. Yo creo que era un individuo de una visión del cará’… y entonces me iba entrevistando en unos carnavales y cada vez que me entrevistaba iba diciendo: voy a poner esta salsa que dice El Bravo Soy Yo, y luego voy a poner esta salsa que se llama… así sucesivamente”.

Historias similares narrarían también Ricardo Ray, Bobby Cruz, Ray Barretto en entrevistas diversas y, como no, los músicos venezolanos como Federico Betancourt, en ese momento líder del conjunto Federico y su Combo Latino. “Fue Phidias quien utilizó el término salsa por vez primera en su programa radial y yo, humildemente, con el éxito de mi disco, le di el empuje para su masificación”, le contó Betancourt a Jorge Hernández Álvarez. El músico se refería al álbum Llegó la Salsa, prensado por el Palacio de la Música y del cual pegó Cocolía, tema escogido por el productor Luis Arismendi.


Los barranquilleros

A 800 kilómetros de Caracas, en la arenosa Barranquilla, puerto de oro por excelencia de Colombia, ya se escuchaba toda esa música del Caribe a través de la radio local, pero sin llegar a conocerse como salsa. De hecho, desde finales de los años 50 la música cubana sonaba con cierta asiduidad en Radio Kalamary, aunque las producciones discográficas neoyorquinas serían apenas emitidas en los 60 gracias al empeño de dos locutores de La Voz de la Patria: Félix Chacuto y Pedro Juan Meléndez.

El primero tenía un programa llamado Los Éxitos del Momento donde se ponía un poco de todo en materia de música tropical. El segundo dirigía el espacio La Tómbola, donde ya se colocaba esa salsa de Escalona como los discos de Ricardo Ray grabados para el sello Fonseca. Por eso es que Meléndez aportó un enorme grano de arena a la primera visita de Richie Ray & Bobby Cruz a Barranquilla, piedra angular de la llegada de la salsa a Colombia.

Su influjo fue tan decisivo para el desarrollo salsero en Barranquilla como el de un contemporáneo y paisano suyo en Bogotá, Miguel Granados Arjona.

Granados había llegado a la capital colombiana en 1952 atraído por el embrujo de la capital de un país que en materia de medios siempre ha sido centralista. Y al igual que en el caso de Escalona, dos hombres fueron vitales en su despegue como locutor: su bien conectado amigo Miguel Villarreal y el director de la emisora 1020 Carlos Pinzón, quien al poco tiempo se convertiría en uno de los pioneros de la televisión colombiana y de la cadena Caracol.

Pero no se sintió a gusto con los encargos puntuales de Pinzón, de modo que Granados iniciaría una especie de Vuelta a Colombia pasando por Barranquilla, Buenaventura y Cali antes de volver a la capital y establecerse definitivamente en 1959 gracias a un contrato con Radio Continental de la cadena Todelar. Así se lo contó a Marcela Garzón Joya para su brillante tesis de grado 14 Sones:

“El espacio se llamó El Rincón Costeño y duró ocho años. Lo hice porque no había quién presentara todo ese folclor delicioso de las costas de Colombia, y por supuesto, ese buen vallenato de mi tierra. Al principio parecía ser una locura porque nadie tenía mucha fe en que un programa de este tipo calara en la cultura rola, cachaca, medio aburrida. Pero caló, y en todos los rincones del país. Los costeños también estaban felices”.

Bueno, hay quien dirá que de un programa regional a uno de salsa hay una distancia muy larga, y es verdad, pero el propio Granados se encargó de llevarlo de uno a otro lado. Al comienzo combinaba porros de Lucho Bermúdez con guarachas de la Sonora Matancera, pero luego los sonidos afrocubanos se fueron apoderando del espacio. Al final, tras ocho años de emisión, el locutor cerró El Rincón Costeño e inauguró El Show de Miguel Granados Arjona.

A partir de 1969 El Show de Miguel Granados Arjona fue el número uno de su género en Bogotá porque coincidió con el boom de Richie Ray & Bobby Cruz, o quizás fue una consecuencia natural de un fenómeno que se estaba gestando en Nueva York. Al igual que Phidias Danilo Escalona, Granados tuvo el buen ojo de estar al pie del cañón cuando empezó todo y dar a conocer disco a disco lo que sucedía en el Spanish Harlem.

Eso si, no fue tarea fácil. A diferencia de cualquier otra ciudad de los países del Caribe continental y a pesar de tener fama de “aquí se consigue de todo”, Bogotá no recibió los discos de Seeco, Tico, Alegre y Fania de forma abierta durante los 60, de modo que los programas que precedieron al de Granados en materia de música del Caribe no fueron programas de estudio sino de radioteatro. Para Bogotá, y por ende para todas las ciudades colombianas, tener al artista en vivo y en directo era más fácil que tener un disco suyo.

A Granados, por ello, le tocaba encargar música a sus amigos pilotos, algunos de los cuales volaban a Nueva York y otros a Caracas, donde el Palacio de la Música de Ernesto Aue ya comenzaba a controlar el mercado salsero. Tuvieron que llegar los años 70 y con ellos los grandes acuerdos discográficos (ver post El Negocio de la Salsa 3) para que toda esa música escuchada en la radio y en algunas discotecas, pudiera ser conseguida por el público común.

El Show de Miguel Granados Arjona comenzó en Radio Continental, luego pasó a La Voz de Bogotá, emitiéndose miércoles, viernes y sábado a las 6 de la tarde. Y llegó el éxito, aunque mejor sería hablar de resonancia. Granados se hizo famoso en el círculo de los amantes del sonido Caribe y esos amantes lo respaldaron como si de un gurú se tratara. Las discotecas le dieron patrocinio y los clientes de esas discotecas lo recompensaron con llamadas y cartas. Creó un nicho y aseguró la pauta, y surgieron más programas como Una Hora con la Sonora, los domingos de 11 a 12 de la mañana en La Voz de Bogotá.

El tema no fue un invento suyo. En Barranquilla, Medellín y Cali ya existían programas dedicados a la música de la Sonora Matancera, tan recurrente como inagotable. Incluso en la Radio Estrella de Bogotá hubo en los años 50 un programa enfocado en los cantantes y guarachas de la Matancera. Y de la misma manera El Show de Miguel Granados Arjona no fue el único programa salsero de aquella época en Colombia.


Los caleños

Casi al mismo tiempo en la ciudad de Cali, que con el paso de los años acabaría ganándose el sobrenombre de “capital de la salsa”, surgió una generación de locutores con muchas ganas de dar a conocer todo lo que se pudiera sobre el nuevo fenómeno que había ocasionado la visita de Richie Ray. Al frente de ellos se encontraba Edgar Hernán Arce, pero también aportaban lo suyo Mike Collazos, Raúl Palomino y Miguel Ángel Álvarez. y aunque la programación de emisoras como Radio El Sol, Radio Tigre y La Voz del Valle ya se venía nutriendo de sonido Caribe, lo que hicieron ellos fue acercar a Cali a la música del Caribe urbano.

Curiosamente dos costeños acabarían redondeando esa fascinación caleña por la salsa, Julio de la Rosa e Insignares, a quien se le debió el uso del término por primera vez en el título de un programa (Ritmo, Sabor y Salsa); y Edgardo Enrique Montenegro, mejor conocido como Montedgardo, que simbolizaría con su african-look y sus shows de pantomima fuera y dentro de la radio todo el apogeo popular del género en los años 70. Como diría mi padre, “un chiflis”.

Fue por esos años que ocurrió en Cali lo que no ocurrió en Bogotá: que su empeño en enfocar la programación musical hacia la salsa tuvo eco en las ciudades cercanas. Palmira, Buga y Buenaventura, por un lado, y Popayán y Pasto por el otro se abrieron hacia el fenómeno. En esta última un locutor llamado Hernán Roger Villa creó un espacio llamado El Largo Metraje Musical, que fue número uno en sintonía los sábados al mediodía hasta que años más tarde apareció El Pollo Raúl Orbes con su Nuestra Cosa Latina.

Lo que si tuvo Bogotá fue capacidad de renovación. Abiertas las opciones de encontrar discos de Fania prensados por Philips y con las casetas de la calle 19 como primera opción para la música importada, nuevas voces aparecieron para competir con la de Granados. Y se destacaron dos caleños llegados tiempo atrás a la capital colombiana: Guillermo Monsalve Calderón, quien realizó Salsa con el Guillo para Todelar, y Jaime Ortiz Alvear, quien creó el espacio Salsa con Estilo para Caracol y popularizó la frase/slogan “el único show que no tiene cover”.

Pero el caso de Ortiz Alvear tiene algo fuera de lo común: hay programas que sobreviven a sus creadores, quizás porque logran desarrollar una razón social en si mismos. A Ortiz Alvear lo recuerdo con cariño porque aparte de ser colegas de afición y profesión, me iba a vender discos importados cada viernes en la puerta de Deporte Gráfico en la 67 con cuarta. Murió en 2005, pero Salsa con Estilo sigue en el aire dirigido por Jorge Hernán Peláez con la asistencia de Martín Pinzón.

La llegada al pináculo de la fama salsera de Ortiz Alvear no fue casualidad. Corrían los años 80 y el abanico de la salsa se comenzaba a ampliar con el advenimiento de la salsa romántica y de las orquestas de salsa caleña. Pero la salsa dura del New York latino seguía allí con Blades y Colón como principales exponentes. Era un abanico amplio que empezaba a tener cabida en el dial de la Frecuencia Modulada (.9) por el cual apostaban casi todas las emisoras de radio en aras de un mejor sonido.

Así que estos programas pusieron lo viejo y lo nuevo y ambos estilos tuvieron eco entre el público. Fue tanto el éxito que se creó una emisora nueva, Bienvenida Stereo en el 100.9 al amparo de Caracol; y tres años después llegó Olímpica Stereo, propiedad de la familia barranquillera Char, al 105.9. Barranquilla seguía siendo una referencia ineludible y además con un gurú a bordo, el polifacético Martín Alejando Orozco aka Ley Martin, quien conectaba en directo con Bogotá para hablar de salsa cada noche. Pero en la llamada Puerta de Oro de Colombia brillaban igualmente Luis Altamiranda, Luis Arias y Mauricio Rider.

Pero he ahí que la proliferación de opciones musicales acabó en masificación y esta en facilismo, y tanto la salsa como los otros ritmos y géneros tropicales optaron por las fórmulas menos complejas, más cortas, más inmediatas, con menos solos instrumentales y con el espectáculo visual por encima de la creación sonora. La mirada del público se radicalizó. Los unos miraron con desdén a quienes gustaban del sonido fácil, y estos miraron de soslayo a quien consideraban demasiado intelectuales para gustar entre el público discotequero.

Las gerencias radiales no ayudaron en nada a facilitar la convivencia de ambas tendencias, y apostaron por la radio-fórmula con franjas cronometradas donde Colombia te Canto de Eddie Palmieri no podía ser emitido de día… a menos que se cortara. La vieja salsa del estilo New York, del Spanish Harlem pasó de tener emisoras dedicadas a su sonido a programas especializados del final de la noche. Unos cuantos de los locutores veteranos o “con más cancha” (como César Jaimes) sobrevivieron, pero sólo unos cuantos.

Sin embargo, lo que fue desestimado por unos fue aprovechado por otros, y ese es el caso de las emisoras universitarias.


Al mismo nivel del jazz

Moncho Viñas (barranquillero también), uno de los mejores disjockeys de salsa que se tenga noticia hasta hoy, recibió el empujón del padre Joaquín Sánchez para fundar junto a Karl Troller, por aquel entonces loco por el reggae, el programa Caribe y Sol en Javeriana Estéreo de Bogotá. Con la ayuda de Javier Gómez Caribe y Sol fue en 1980 el primer programa de salsa en una emisora universitaria, certificando el nuevo estatus que había alcanzado el género. Gracias a Viñas y su interés en profundizar en las historias detrás del sonido, la salsa alcanzó el mismo nivel del jazz y se especializó.

No es tan descabellado pensarlo. De la salsa al jazz latino sólo hay un paso y es evidente que existe una gran complejidad en la construcción de una canción salsera. Cada instrumento de percusión requiere un decálogo de golpes y una disociación complementaria. Cada instrumento melódico requiere en su aprendizaje de técnicas de jazz. Omar Sosa contó en una entrevista de 2001 en Radio Gladys Palmera como músicos como Orestes Vilató enlazaron en la salsa compases provenientes del jazz con compases del folclor caribeño, logrando una complejidad que no ha tenido parangón.

Tuve la fortuna de conocer a Moncho cuatro años más tarde y ser invitado a colaborar con él en dicho programa durante un año. Fue toda una escuela de hacer libretos y locuciones que me sirvió para continuar con ese tono de investigación en la HJUT de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Por supuesto, no fui el único. Toda una generación de “gomosos del más allá del swing” merodeaba los diales de AM y FM de Bogotá. Las restantes ciudades tardarían un poco más en ver estas programaciones en las estaciones de sus universidades (Uninorte en Barranquilla, Javeriana en Cali o Bolivariana en Medellín). Pero esa ya es otra historia. Caribe y Sol, por cierto, siguió más allá de Moncho y hoy lo dirige Jaime Rodríguez.

¡Ah!, ¿y qué pasó con Caracas y la salsa del bigotón Danilo?

Bueno, aunque parecería lo contrario, lo aquí narrado y que aconteció en Bogotá sucedió también en las principales ciudades de América Latina, Caracas y Lima incluidas. En esta última, por ejemplo, los programas pioneros fueron El Show Latino y Sonido Latino y ya en tiempo de la FM Maestra Vida y Salsa Picante. Pero insisto, la historia se podría repetir, más o menos en los mismos años y en mayor o menor proporción, en México DF, Ciudad de Panamá, Santiago de Chile o Santo Domingo.

Sólo Puerto Rico escapa a estos lugares comunes. Allí desde que existe la salsa suena 24 horas al día, y aunque las parrillas de programación han variado, pues hoy en día no hay programas como tales sino secciones de comentarios, la música del Caribe urbano es una prioridad. Tite Curet Alonso, quien realizaba el programa Tropicalísimo para Radio Universidad (y luego para Radio Gladys Palmera en Barcelona), contó que hubo un momento dado en que coincidieron 250 espacios de salsa en las emisoras de radio de la isla… un mundo aparte, desde luego.

En fin que en Caracas los programas salseros de los años 70 siguieron la estela y el estilo de Phidias Danilo Escalona, aunque eso si, hubo dos que destacaron por diferentes razones.

El primero fue Henrique Bolívar Navas, sólo un poco más joven que Escalona, y quien desarrolló un estilo más académico y formal, lo que lo llevó a ser considerado un especialista en música del Caribe. De allí que se lo viera en un montón de publicaciones. Bolívar Navas hizo programas de salsa y/o son en varias emisoras, desde Radio Miranda hasta el Circuito Radio Venezuela, pasando por Radio Sensación, Radio Tiempo, Radio Dinámica, Radio Continente y Radio Suave, y como todos acabó en la FM. ¿Sus programas? La Candela Matancera, Cuentos de Rumbas y Despechos, La Salsa de Bolívar y Guatacando… efectivamente una enciclopedia radial.

El segundo pasó a la fama más por un libro que por la radio. César Miguel Rondón se dio a conocer en 1976 con un espacio llamado Quiebre de Quintos en Radio Nacional de Venezuela, y más tarde hizo el programa Montuno y Guaguancó en la misma emisora. En 1978 se fue a Radio Aeropuerto, emisora que (siempre según Lil Rodríguez) se había convertido en bastión salsero de la ciudad. Allí hizo el programa Bachata y le dio el punto final a su investigación que se convertiría en El Libro de la Salsa, pionero en español de las obras literarias dedicadas al fenómeno.

Rondón era un buen entrevistador y tuvo la fortuna de meterse de lleno en los años de madurez de la salsa neoyorquina describiendo el engranaje de esta música. Hoy muchas de las posturas que asumió en dicha obra han sido refutadas, pero es indudable que es una obra magnífica leída y referenciada por todos los melómanos y utilizada como libro de cabecera en más de un programa de radio de más de una ciudad. Recientemente Rondón hizo algunos programas basados en el libro como La Historia de la Salsa en Radio, en Unión Radio.

Por cierto, de aquel bastión salsero de Radio Aeropuerto, la emisora que sintonizábamos todos los que llegábamos a Venezuela en busca de discos del Palacio de la Música, destacaban también El Tigre Rafael Rivas, Héctor Castillo, Luis Calzadilla y Víctor Prada Vallés. A ellos les tocó dar la noticia de la muerte de su maestro. Phidias Danilo Escalona falleció el 24 de junio de 1985 justo cuando la salsa dura que tanto defendió comenzaba a dar síntomas también de desfallecimiento.

José Arteaga.

Agradecimientos: Fernando España, Israel Sánchez Coll, Kike Vigil, Lil Rodríguez, Moncho Viñas, Óscar Cardozo, Rafael Bassi, Raúl Orbes y Umberto Valverde.

Fuentes consultadas:

Arteaga, José. La Salsa. Intermedio Editores. Bogotá, 1990.
Garzón Joya, Marcela. 14 Sones. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2009.
Rodríguez, Lil. Bailando en la Casa del Trompo. Euroamericana de Ediciones. Caracas, 1997.
Rondón, César Miguel. El libro de la Salsa. Editorial Arte. Caracas, 1980.
Ulloa, Alejandro. La Salsa en Cali. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 1988.

http://www.elespacio.com.co/index.php/mundo-loco-dia-a-dia/67675-homenaje-nacional-a-miguel-granados-arjona-el-viejo-mike
http://www.herencialatina.com/Barranquilla/Salsa_barranquilla.htm

Locutores peruanos de siempre


http://historiaradiocali.blogspot.com.es/
http://www.montedgardoradio.com/biografigravea.html
http://nuestracosabogotana.blogspot.com.es/2011/06/borrador-sobre-la-radio-salsera.html
http://www.radiohc.cu/noticias/escenario/37270-venezuela-el-lugar-donde-la-salsa-hallo-su-nombre.html
http://salsaglobal.ning.com/
http://salsaglobal.ning.com/profiles/blogs/asi-nacio-cali-pachanguero
http://lavitrolapopular.blogspot.com.es/2013/08/al-maestro-con-carino.html

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