Celeste Estremecimiento Mendoza
Su vida es resumen de lo que siempre cantó “a usar los sentidos, yo le llamo vivir”
“Yo sé que andas diciendo que el día que tú lo quieras, me tendrás en tus brazos”, cantaba con tono desabrido Celeste Mendoza, la reina del guaguancó. Le acompañaban su alto moño de rumbera, su garra y su talento.
Celeste Mendoza nació en Santiago de Cuba, ciudad sonera por excelencia, criándose en Los Hoyos, famoso por sus congas en solares marginales dónde se oía la rumba.
Desde muy niña, sabía improvisar e interpretar, con ritmo de guaguancó, boleros como Que me castigue Dios, Échame a mi la culpa o Soy tan feliz. En 1951 comenzó a trabajar en el cabaret Tropicana de La Habana con Bebo Valdés y el conocido local le abrió las puertas de la fama.
La voz de Celeste era grave, potente, cálida, inquietante. Poseía además el dominio del ritmo y bailaba con cualquier tema de música popular que interpretase. Se le debe que la rumba, y su variante el guaguancó, saliese de los barrios marginales de La Habana y llegara a los escenarios más importantes del mundo. Su estilo era una especie de angustia suave y feroz.
Nacida mulata con antecedentes chinos en Santiago de Cuba el año 1930, el arroz frito y el chop suey -que significa “trozos mezclados”-, bullían en su vida. De ahí sale su rumba urbana; de entre la sombras de la marginación y de sus diferentes historias íntimas entonces prohibidas.
Quien escucha su voz -sus voces diversas y dolidas- y no tenga su cuerpo estremecido de antemano, tiene que saber que esta mujer nació para conmover con la música de un pueblo y que fue su guía y su emblema. Libre como un fuego que avanza echando chispas, suelta como un animal herido, fue una mujer con los sonidos quebradizos, que hacía humanos con su temblor.
Celeste era alegría y pesadumbre de su raza, esa que salta del júbilo a la pena, y de la que nunca se sabe a ciencia cierta en qué situación está.
Celeste Mendoza era tan grande que pasó sin tener miedo al olvido. De ella ha dicho Rita Montaner: ” una verdadera artista cubana, que expresa en lo vocal y lo coreográfico, con espontaneidad, sin dobleces, nuestra música popular y folklórica.”
Actuó junto a Carmen Miranda y Josephine Baker, en el Ali Bar con Benny Moré y todos los grandes de su tiempo. Realizó giras por México, Puerto Rico, Venezuela, Panamá, Estados Unidos y actuó en el teatro Olimpia, París, Unión Soviética y Japón.
Murió sola, tan sola que la descubrieron tres días después. Sin embargo, su vida es resumen de lo que siempre cantó “a usar los sentidos, yo le llamo vivir”. Y eso ha sido lo que ha hecho a esta mujer de mi santoral.
Ella no fue, sigue siendo.